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Ante vosotros se presenta Sheila Hausos, humilde buscadora del conocimiento y de la verdad.

Si estais aquí es porque queréis, ansiaís el conocimiento que hay más adelante, y estáis dispuestos a pasar por esta prueba que, al mismo tiempo, es consentir a una pobre alma que quiere hacer llegar su historia a alguien más. Eso, o de verdad queréis verificar si quien os escribe es alguien de fiar en cuanto a la sabiduría y saber que os puede entregar.

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Muy bien, pues. Sea cual sea la respuesta, esta es mi historia.

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​En el norte de una región tradicional, en la más grande de sus aisladas tierras, nació una joven en el seno de una devota familia. Esta familia formaba parte de una comunidad pequeña pero acogedora, y en ellos recaía mantener la larga tradición de su fe. Para bien o para mal, en los tiempos que corrían, no muchos eran ya creyentes, aunque si eran partícipes de las tradiciones. Esto, aunado al estatus que esta familia aún conservaba, les ganaba un cierto grado de poder y respeto: cuando ellos hablaban u opinaban, los demás escuchaban.

 

Fue en estas circunstancias que la infante fue recibida, en este seno más lleno de costumbres y tradiciones que de amor parental. No por ello fue su infancia mala, puesto que en la cultura de mi pueblo siempre se ha considerado que los niños tienen  el derecho y el deber de ser libres y felices, otorgándoseles casi un estatus divino. Esto fue así hasta que se alcanzó la edad en la que se trasciende de infante a niña, en la cual todo el peso de la responsabilidad cayó sobre ella con su pesado yugo.

Dada la naturaleza de su familia y de la sangre que corría por sus venas, la educación de la niña fue más estricta que la de sus pares. Ella fue capaz de sobrellevarlo hasta cierto punto, en especial porque parte de su formación requería del aprendizaje sobre lo religioso, algo que desde muy temprano descubrió que le fascinaba. Ya existía precedente con su gran gusto por las historias y cuentos que le narraban, pero fue en ese contexto que se confirmó y se cimentó su interés.

​​Lo que tal vez supuso un problema que nadie esperaba, es que este gusto de la niña se extendería hacia un territorio más allá del deseado. Era tanto su gusto por estas historias, relatos e ideas religiosas que pronto comenzó a indagar, queriendo conocer y saber más. ¿Por qué debería conformarse con una cuando había muchas más?
Debía dar gracias a uno de sus tíos por abrirle las puertas a este nuevo conocimiento.​

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Ah. ¿Y qué decir de su crecimiento fuera de las paredes del hogar?

Digamos que el acto de no mirar bien a aquel que es diferente seguía tan presente entonces como lo había estado a lo largo de toda la historia. Ella, tan aislada en su educación tradicional, y tan recogida en sus gustos e intereses tuvo amplias dificultades para comunicarse y encajar. Los niños pueden ser animales crueles, aún demasiado puros en todo sentido como para diferenciar entre bien y mal. Lo único que les detenía de cruzar ciertas líneas, y lo que les llevó pasado el tiempo a tan solo ignorarla, fue el renombre de sus padres, y como esto afectaba a los padres de esos niños, que intervenían con mano dura para que no causasen problemas.

 

De aquí en adelante la historia de esta vida se torna en una espiral, en la que los mismos elementos se repiten una y otra vez de la misma forma, ensanchándose cada vez más. Más roces, más choques entre la educación esperada y el resultado obtenido, más aislamiento. Llegado cierto punto, tal vez al no ver un fin en esta tendencia al infinito, los padres de la chica quisieron recurrir a una conocida: otra joven de más edad que parecía comprender la mente y corazón de las personas.

De esta decisión se produciría un encuentro que cambiaría todo de manera drástica en adelante.

 

La hija de esta familia tan tradicional nunca había conocido a alguien de cercana edad que resultase tan amigable, tan agradable, tan comprensiva. Era un oído dispuesto a escuchar, a la vez que una boca dispuesta a aconsejar y sanar. Y más que todo eso, para la niña, era una amiga, y lo sigue siendo hasta este mismo día.

Esa relación creció y floreció. Esta humilde narradora comprendía que su amiga estaba ocupada, ayudando a otras personas, viviendo su propia vida. Por ello, trataba de seguir sus consejos, de ser más sociable, y de compaginar eso con su educación y diversión. Su situación mejoró mucho con todos, sus padres mucho más amistosos y amorosos con ella, aunque igual de estrictos.  Quien os escribe siempre fue dedicada a esta educación, lo único que varió fue mostrar un mayor interés frente a ellos, y guardarme mis pensamientos sobre las otras historias, fes y creencias.

Algo parecido fue lo que sucedió con las amistades que hizo en la escuela: mientras actuase más como los demás y dejase un tanto de lado mi erudición, todo parecía ir mejor.

 

Por desgracia, nada en esta vida parece ser eterno a simple vista. Y en uno de los tantos giros que debe dar la misma, su amiga verdadera y su familia tuvieron que marcharse del pueblo. La ya no tan niña, más bien entrada en una temprana adolescencia, trató de mantener las cosas igual, pero pronto se dio cuenta de que, sin su presencia, no sería capaz de hacer que todo siguiera igual.

Su humilde narradora lo admite, admite que regresó a los antiguos hábitos y costumbres, no encontrándole un sentido a mantener esa fachada si no era para complacer a su amiga. Se aisló de nuevo, retomó con más ahínco su estudio de lo antiguo, lo misterioso, lo mítico y arcano. Y fue en ese entonces que empezó a navegar de verdad este mar en el que todos nos encontramos, cada uno en su propio barco: el Internet. Esta fuente sin igual de información le abrió un nuevo horizonte, le dio paso a innumerables fuentes de conocimiento de las que beber... E igual de importante, un lugar donde recopilar y compartir su conocimiento. Es decir, esta biblioteca.

Me agrada mucho añadir que en la actualidad mis estudios y teorías compartidas en este mismo lugar han granjeado la atención de un poderoso culto al desarrollo y la erudición, un consejo de sabios dispuestos a promover el crecimiento y el desarrollo del individuo y de la humanidad en su conjunto. Espero que esto brinde aún más confianza e interés en lo que os aguarda más adelante.

Por mí se llega a la cuna del saber.

Abrazad toda esperanza, pues es por mi

que se alcanza el puente hacia la iluminación.

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